25 jun 2008

El día que la cultura llegó a mi ciudad.

Tomás vino de otro lado del río. No era un tipo demasiado alto, aunque sin lugar a dudas era más alto que cualquiera de mis vecinos (hecho carente de cualquier interés en esta historia). Tratándose la nuestra de una ciudad muy cortés, el alcalde salió a recibirlo. Lo primero que hizo fue meter el dedo índice de su mano derecha en el ojo izquierdo de Tomás, queriendo comprobar que no era un fantasma (no queríamos llevarnos sorpresas), Tomás dijo: “¡Ay!”, y los allí presentes nos asustamos al oír aquella voz , y retrocedimos. La señora Daría, mujer de alcalde y lista donde las haya, dijo: “Vaya, parece que habla nuestro idioma”, ante esta afirmación su marido con los brazos en jarras y voz de alcalde preguntó: “¿Quién es usted?” Tomás no dijo nada, ni tan siquiera que se llamase Tomás, porque ese es el nombre que nos inventamos nosotros para él. Él solo sacó una cosa así como gorda de su bolsa. El maestro, que también estaba allí presente, dijo: “Mirad, eso es un libro. ¿No había hablado ya alguna vez de ello?” Lo cierto es que nos había hablado muchas veces pero nunca le habíamos creído, al igual que tampoco creímos que hubiera vida al otro lado del río. Tomás dejó el libro en las manos del alcalde, y éste alzó el libro bien alto. Todos los allí presentes gritamos enfervorecidos cosas como: “¡Viva!, ¡Éste es nuestro alcalde! ¡Queremos un hijo tuyo!” Esto último, cantado por las chicas del lugar, cosa que no hizo mucha gracia a la señora Daría, que se fue tras enfadarse y decirle al Alcalde: “Ya verás luego en casa”. Nadie le hizo caso, todos queríamos tocar aquel libro. Quizás tendría poderes contra el reuma. Tomás siguió sin decir nada. Se limitó a extender la mano como hace alguien que pide dinero. Ante aquello, todos aportamos una moneda. Con el dinero en la mano se dio media vuelta, yéndose por donde había venido. Aquel día había llegado la cultura a nuestra ciudad. Tomás nos acababa de vender una enciclopedia y nunca más volvimos a saber de él.

2 comentarios:

Itziar San Vicente dijo...

curiosa historia. me gusta

Anónimo dijo...

Hacía mucho que no te leía, y es muy agradable, como siempre.