13 abr 2009

Mi comida favorita (Texto mil veces leído)

Hoy sábado, me he levantado a eso de las once de la mañana y como todos los días me he preparado un delicioso Cola-Cao calentado al microondas. Había que poner un monumento al inventor del Cola-Cao, me ha durado dos sorbos na’ mas. Después me he vestido y he bajado a jugar al baloncesto, perdón quise decir basquet, que al final veo que se nota que soy de pueblo. Además, hoy tenía una de esas extrañas y raras sensaciones de que algo bueno iba a suceder, pero no sé qué de bueno tiene perder de sesenta y dos puntos al “basquet”. Así con estas, con la derrota, me he subido a casa a comer y como todos los sábados llego tarde, la mesa estaba puesta y mi madre a punto de servir la comida, yo sabía que era cocido, siempre es cocido, sábado a sábado, todos los sábados, cocido, pero no veía la olla por ningún lado, por esto yo estaba algo nervioso, tenso, diría que un sudor frío me recorrió el cuerpo, pero es mentira, lo único que de verdad me molestaba era la maldita incertidumbre de no saber qué me deparaba el destino, con qué suculenta comida llenaría mi andorga hoy. De repente, mi hermana entró con una cazuela tapada, claro está, había que mantener el misterio, poco a poco ella quitó la tapadera a la vez que mis pupilas comenzaban a dilatarse, y mi corazón latía más y más fuerte, quería engañarme a mí mismo con frases del tipo: “no puede ser, es imposible, tiene que ser un espejismo”, pero así era, ante mí estaban ellos, todo coloraditos, arrugaditos y esos trozos de carne alrededor suyo, ¡macarrones! ¿quién lo iba a decir? Tardé un rato en reaccionar, las palabras se habían quedado muertas en mi boca, eso sí, cuando reaccioné salté de la silla y a la vez grité ¡toma! e hice un ademán de esos que hacen los futbolistas cuando marcan un gol. A lo que mi padre replicó, con una de esas frases que tienen los padres, sencillas, precisas y de gran sabiduría - tú eres tonto hijo- yo no dije nada, me callé y me tranquilicé un poco.
Ahora mi madre toma la cazuela y empieza a hacer las reparticiones, primero mi padre, que para eso es el padre, luego mi hermana, por ser la mayor, después mi hermano, y ahora, ahora ya me toca a mí, ya me estoy relamiendo, en estos casos doy gracias a Dios por no ser un gato, porque de tener una lengua como la suya ya me habría descarnado los labios; miro fijamente a la cazuela y sigo con la mirada todos los pasos, todo el proceso que sigue mi madre al servirme, primero vuelca un poco la cazuela, después toma mi tenedor, y empuja suave y delicadamente los macarrones hacia mi plato sopero, y poco a poco, veo cómo estos se amontonan unos sobre otros, hasta conseguir un hermoso y bello copete. Mi madre me pregunta, ¿quieres más? yo sabía que tenía que decir que no, la razón me decía que dijese que no y por supuesto dije -sí-; me echó otros pocos y me dijo -un día vas a reventar- a lo que yo respondí - no sabía que los macarrones fueran explosivos, je,je- y a lo que nuevamente mi padre replicó -tú eres tonto hijo- y yo por supuesto me volví a callar. Ahora poco importaba lo que me dijesen, ya estaba yo ahí frente a ellos, mis macarrones. Le pedí a mi madre que me devolviese el tenedor para poder empezar a devorar todo aquel platazo de macarrones, me lo devolvió, y así como el que no quiere la cosa, me dirigí a tomar la primera porción, abrí la boca todo lo que me permitía mi mandíbula, y lentamente pero con firmeza deposité en ella un pequeño montoncito de aquellos gusanitos coloraditos, sentía cómo se movían en mi boca, deleitándome con pequeñas caricias en el paladar, jugando y entrelazándose con mi lengua y notaba cómo lentamente seguían su camino hacia mi estómago, no sin antes pasar por el esófago adhiriéndose y deslizándose por él como gotas de lluvia en un cristal, qué bonito me ha quedado esto, lo voy a repetir, adhiriéndose y deslizándose como gotas de lluvia en un cristal.
Ahora la segunda, ¿qué decir de la segunda porción? la segunda porción la tomé más que por gusto por inercia de la primera, es decir, engullí sin más. A la segunda porción le siguió la tercera y la cuarta, pero cuando llegó la quinta, no sé qué me pasó, empecé a perder la conciencia de todo aquello que me rodeaba, todo lo que estaba a mi alrededor comenzó a desvanecerse, las sillas, la mesa, la familia, el reloj y poco a poco sentía cómo me sumía en un estado de trance, donde no existía ni el tiempo ni el espacio, donde sólo estaba yo, mi tenedor y por supuesto el plato de macarrones. Al principio me asusté un poco, pero luego seguí comiendo, y comiendo y comiendo, hasta que de repente, una voz me hizo salir de este estado de trance, - hijo ¿tú eres tonto? o ¿estás en las nubes?- era mi padre otra vez con una de esas frases que tienen los padres. Revisé perplejo lo que me rodeaba, miré a un lado a otro y vi que todo estaba otra vez en su sitio, las sillas, la mesa, la familia, el reloj...., había vuelto al mundo de los vivos, pero para mi desgracia miré también hacia abajo, hacia mi plato de macarrones, ¡Dios, mío!, solamente quedaba uno de aquellos gusanitos coloraditos, casi se me saltan las lágrimas. ¿Cuánto tiempo habría estado en ese estado de trance para no darme cuenta de que mis macarrones se estaban acabando? respiré profundamente y me planteé dejar allí, en mi plato, a aquel solitario macarrón, al último macarrón de una estirpe, casi extinguida por mi hambre voraz. El planteamiento me duró más bien poco, cogí mi tenedor, y con sus cuatro púas atravesé a aquel superviviente, y por supuesto me lo comí, después me entró un extraño complejo de culpabilidad, que desapareció rápidamente en cuanto cogí un zoquete de pan y pringoteé el fondo y las paredes del plato eliminando cualquier rastro, cualquier prueba de que ahí antes hubo algo, de que antes hubo macarrones. Ahora todo ha acabado, todo es silencio, mi plato sopero, reluciente y vacío, y en el fondo, en el fondo se refleja un estúpido rostro , el mío, siento una gran tristeza al pensar que mis amados macarrones nunca existieron, que sólo de ellos me quedará un vago recuerdo de lo que fueron, de lo feliz que me hicieron ¡snif!

4 comentarios:

Clarulina dijo...

Que maravilloso texto! Todo un deleite leerlo! Aunque todo deleite se queda corto al lado del que expresas, jajajaja... enhorabuena!

Alberto Sobrino dijo...

Graches Clarulina...

Aurora Cascudo Román dijo...

Me he pasado un ratazo viendo tus últimas cosillas y me lo he pasado bomba!

Me ha gustado este texto (que, sí tiene valor por sí mismo) pero que se revalorizaría un 200% con una de tus chupi-ilustraciones

(las del post anterior) me encantan!!
;)

un bico, cuanto tiempo sin decir ni mú por aquí..seguía pasando, eso si, pero poco tiempo ni siquiera para teclear un par de palabras..un bico!!

Roberto Aceves dijo...

Genial!! Me ha hecho reir!! Espero que hagan mas macarrones pronto en tu casa!. :)